Sin duda hay cosas que siempre escapan de la percepción, sin duda de vez en cuando no hacemos nada por demostrar lo que realmente está pasando en nuestras almas y sin duda no existe modo de que estas cosas pudiesen revertirse. Pero si hay algo que se puede entender sin lugar a dudas, es que siempre es nuestra culpa...
A escasos metro de mí, entorno a mí, existe la desolación malversada de una vida en solitario, de un descontrol de mis opciones y de mis ganas. Siempre he pensado que es el momento propicio de dejar todo atrás y comenzar algo nuevo, vida nueva, cambiar de fronteras y dar un paso hacia el vacío. Aunque me aterre, aunque no tenga nada a que ceñirme en este nuevo camino, aunque pueda existir la remota posibilidad de que lo que siento por la gente a mi alrededor realmente exista. Intentar omitir todo este sentimiento, todas estas sensaciones, es algo que realmente no me dejar descansar en paz.
No sé qué más podría esperar si lo único que hago es estar sentado en esta mesa, de este asquerso bar, bebiendo una puta cerveza que no hace más que eludir mi posibilidad de embriagarme para dejar de pensar. El cigarrillo en mi mano se consume, así como lo ha hecho mi vida en este último tiempo, sin provocarme el menor deseo de poseerlo.
Solo quiero escapar y no hago más que acabar mi cerveza para poder volcarme a la soledad de la noche en mi ciudad, en el único lugar en el que me siento libre de ser y sin que nadie mire con desgano el como todo para mí se acaba poco a poco.
Intento por todo los medios dilatar lo inevitable, mi mirada se pierde en el horizonte y pierdo el control sobre mi cuerpo. Caigo al piso y dejo de pensar.
Sigo bajando a un ritmo trepitoso, distorión de forma y espacio, distorción del sentido. Hasta que todo se detiene y dejo de crear, siempre he sabido que esto es el fin y que jodidamente ya estoy muerto...
No sé qué más podría esperar si lo único que hago es estar sentado en esta mesa, de este asquerso bar, bebiendo una puta cerveza que no hace más que eludir mi posibilidad de embriagarme para dejar de pensar. El cigarrillo en mi mano se consume, así como lo ha hecho mi vida en este último tiempo, sin provocarme el menor deseo de poseerlo.
Solo quiero escapar y no hago más que acabar mi cerveza para poder volcarme a la soledad de la noche en mi ciudad, en el único lugar en el que me siento libre de ser y sin que nadie mire con desgano el como todo para mí se acaba poco a poco.
Intento por todo los medios dilatar lo inevitable, mi mirada se pierde en el horizonte y pierdo el control sobre mi cuerpo. Caigo al piso y dejo de pensar.
Sigo bajando a un ritmo trepitoso, distorión de forma y espacio, distorción del sentido. Hasta que todo se detiene y dejo de crear, siempre he sabido que esto es el fin y que jodidamente ya estoy muerto...